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San José de Saco, su historia.

 

San José de Saco, el corregimiento donde abunda la calma y las buenas personas

El pueblo más tranquilo del Atlántico

San José de Saco es el mejor lugar para pasar la vejez y es lindo saber que te puedes sentar en la puerta de tu casa y ver jugar a los niños sin peligro alguno.

 

San José de Saco es un corregimiento ubicado a 10 minutos de Juan de Acosta cuenta con población de 4 mil personas. Antiguamente era habitado por los mestizos, quienes se dedicaron, a lo largo de su existencia, al cultivo de granos y tubérculos como la yuca. Chajim Abiantun, uno de los habitantes más longevos, nos explica cómo es vivir en Saco, nos dice: “es el mejor lugar para pasar la vejez, puedo sentarme en la puerta de la casa hasta las 2:00 a.m. y no pasa nada.” El anciano, de raíces libanesas, no es nativo de San José, nació en Barranquilla, pero vive allá desde la muerte de su padre en 1959.

 Desde la entrada hasta la plaza hay una sola cuadra, después tiene tres calles más y termina el corregimiento. Cuenta con un puente que fue inaugurado en 2018, debido a inundaciones que empezaron en 2011 con el desborde del Canal del Dique. Esa nueva vía de acceso lleva a otro barrio llamado Candelaria, que según Abiantun es grande, ahí vive casi la mitad del corregimiento. Ya no se dedica a la siembra porque hace mucho tiempo no llueve y eso hace que los cultivos sean una pérdida de tiempo.

 

Pasado el mediodía, mientras el sol brillaba en su máxima expresión, pegaba una brisa no tan fuerte pero que atizaba un poco el calor, le preguntamos a Chajim si ya había almorzado para no molestarlo y nosotros seguir recorriendo el pueblo, a lo que él responde: “no se preocupen, ya mi esposa cocinó y me sirvió hace rato”. Mandó a sacar unas sillas para hablar con mucha más comodidad y calma. Nos decía que su comida favorita, es toda aquella que tenga granos, una costumbre que heredó cuando llegó a donde hoy vive. Su casa cuenta con un patio amplio, se ve una gran vegetación, justo en ese lugar hacia su siembra de granos, con una cara de nostalgia nos contaba eso, una actividad que no puede realizar ya porque la Madre Naturaleza no los ayuda, aunque le encantaría entregar sacos de granos a los camiones, se acostumbró mucho a vender lentejas, zaragoza, yuca.

Girando el tema de conversación, teníamos la duda de por qué se llamaba así el pueblo y con una pequeña risa nos cuenta la historia del nombre: “en realidad se llama San José, le dicen San José de Saco porque esto al ser una tierra dedicada del cultivo, todo el que llegaba lo hacía con un saco y así lo bautizaron, San José de Saco”. Mientras seguíamos la charla, pasaba uno de sus tantos amigos del pueblo, dice que conoce el 99.9% del pueblo por su tiempo viviendo acá. Empezamos a hablar un poco sobre su vida pre- Saco y con otra sonrisa cuenta:” mi papá era comerciante, igual que los Char, yo andaba bastante con Fuad, Faryd, éramos amigos, todos los viernes nos íbamos a tomar en un bar, pero siempre pagaban eran ellos”. Es muy raro ver a una persona que fue socio de familia Char vivir en un lugar lejos de la civilización sin tantos lujos, pero eso tenía una explicación: el desorden. Abiantun en su juventud representó en su máximo esplendor la vida loca. No era sólo los viernes que bebía, los sábados y domingos también eran sus días de desorden, siempre acompañado de mujeres desparramaba la plata de su papá, ritmo de vida que mantuvo hasta la muerte del mismo, siendo ese el suceso que lo hizo venirse a vivir a este corregimiento.

Desde su llegaba en 1960 hasta 2020, el pueblo no ha tenido una gran evolución en cuanto a infraestructura. Siempre fue la misma entrada, normalmente los pueblos tienen varias entradas según donde te encuentres, este no. Aquí hay una sola entrada que es por Juan de Acosta. Apenas uno ingresa se encuentra con un parque, es nuevo, no puede tener más de 5 años de ser inaugurado, a esta hora, es muy raro ver a los niños usándolo, menos en tiempo de colegio, detrás de el, se ven más calles y viviendas, es uno de los pocos barrios del corregimiento. Sigue uno bajando y ve algunos barrancos, no muy profundos, casa, cantinas, tiendas, hasta llegar a la plaza, lugar donde vive nuestro amigo Chajim Abiantun. Es el centro del pueblo, ahí se ven otras tiendas, restaurantes y es el sitio de encuentro, junto al joven parque para esperar el bus que los lleve a su destino. No hay mucha gente esperando, casi toda ya se fue muy temprano, pero tipo 5-6, si llega bastantes personas. Y es eso lo que le gusta al anciano, la tranquilidad. Al ya no ser un pueblo que atrae comerciantes, se vive casi siempre con una paz que se puede sentir. Normalmente, según nos explicaba Chajim, se duermen casi a las 2 de la mañana, sentados todos en la puerta de su casa, hablando, recibiendo el fresco de la noche, sin miedo a un robo o algo, eso no pasa en Saco, “no es Juan de Acosta ni Barranquilla” tiraba nuestro historiador, siempre con un tono burlesco pero sin mala intención.

Nos habíamos enterado de un puente antes de venir acá, es uno de las grandes arreglos que ha tenido el pueblo en años, pero la historia de por qué está ahí es curioso. No fue una iniciativa para hacerlo más atractivo, se dio ya que en 2011, varios pueblos del Atlántico se vieron afectados por el desborde del Canal del Dique, entre esos San José. Chajim, nos contaba que fueron momentos muy tensos, por momentos creyó que todo se iba a inundar, pensaba mucho en cómo se iba a comunicar con el barrio que queda, ahora, cruzando el puente, que se llama Candelaria. Es el más grande de todos, sin ningún problema puede vivir la mitad de la población, afirmó Abiantun.

Eran casi las 3 de la tarde, el sol se empezó a sentir más que cuando llegamos, teníamos mucha sed, nos paramos a comprar algo para tomar y convidarle pero no nos dejó ir, justamente pasaba un niño, se veía de bajos recursos, estaba sin camisa y sin sandalias, gentilmente nos pidió para comprarse un jugo si nos hacia el favor, sin ningún problema dijimos que sí, cruza corriendo a la tienda y trae con la Coca Cola tres vasos de plástico. Entre ronda y ronda, llegó el momento donde él nos preguntaba a nosotros, la primera y típica es de dónde venimos, le respondimos que ambos venimos de Barranquilla. La otra fue la edad, los dos tenemos 20. Comenzó a recordar las fechorías que ya nos había contado que hizo a nuestra edad con plata del papá. Se nota que es un señor que no anda de mal humor, en el tiempo que charló con nosotros soltó varias carcajadas, probablemente no tenga motivos para estarlo por su edad y el ambiente en el que vive influye bastante.

Le gusta estar informado, nos habló sobre lo que vive el mundo por el coronavirus, dice que no le tiene miedo la verdad, que aquí donde vive eso no llega, pero siempre hay que tener el cuidado, acto seguido sacaba su tapabocas que tenía en el bolsillo, nos pidió un momento para buscar algo en su cuarto, era una botella de alcohol, había escuchado en los noticieros que el constante uso evitaba el contagio. El sol se veía radiante, ya nos habíamos refrescado totalmente, pasamos un gran momento con el sr. Chajim, creíamos haber aprendido lo suficiente sobre este pueblo que es nuevo para nosotros y muchas personas. Le preguntamos con qué frecuencia pasan los buses para Barranquilla y nos responde: “cada 20-30 minutos”, esperamos tranquilamente que pasara y le hicimos la típica pregunta de un costeño cuando conoce a otro ¿le gusta Junior? Dijo que sí, pero que no estamos bien, aun así tiene fe en el equipo y en su técnico aunque a veces sea terco. Llegaba la hora, el bus tocaba el pito, nos despedimos dándole las gracias por habernos brindado de su tiempo para aprender sobre su lugar de residencia, él muy gentilmente, nos da la mano y nos agradece a nosotros por distraerlo un rato y que esperaba vernos por acá de nuevo.

El final de un buen viaje

San José de Saco, un pueblo donde reina la paz y el sol irradia potente en sus calles vacías, nos dejó conocer una gran persona, su historiador sin título: Chajim Abiantun. Es el habitante más longevo del corregimiento, viviendo allí desde 1960 cuando tenía solamente 20 años. Nos contó, sentados en su terraza, a medio día, cómo era vivir en Saco, cuál era su principal actividad económica- que ya no lo es- el poco crecimiento en infraestructura que ha tenido San José, acompañado de miles de anécdotas que nos hicieron reír hasta doler el estómago como la de sus encuentros con los Char en bares haciéndolos pagar toda la cuenta.

Mirando a la calle, saludando a la poca gente que pasaba, siempre con un tono de gracia nos presentó a uno de sus amigos como su mujer, los cuatros nos reímos y seguimos la charla. Fueron tres horas que le sacamos mucho provecho, aun siendo desconocidos nosotros para él, nos brindó todo su tiempo, amabilidad, atención, siempre con detalles de lo que nos decía, pasamos un rato agradable, donde hasta una bebida compartimos, cada uno con su vaso por precaución. Viendo que el sol irradiaba fuerte, llegó el momento de irnos, no nos tocó caminar mucho, justo en la calle donde vive, que es la plaza del pueblo, pasaba el bus que nos llevaba a Barranquilla, con un apretón de mano le dimos las gracias y nos despedimos.

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